306. Vestigios

Supongo que, si no necesitara dormir nunca, dejaría para la noche todo lo que me quita tiempo durante el día para estar con la gente que me importa. El blog lo escribiría por la noche, me ducharía, leería y también estudiaría de noche. Para los estudios me vendría genial, porque no estaría tan agobiada.

En mi clase llegaron hasta el once u once y medio; de todo el curso, creo que alguien llegó al catorce. Teniendo en cuenta que no vi a nadie que se lo comiera todo, es de imaginar que era bastante. ¡Buf!, yo no sé si aguantaría tantas horas seguidas despierta.

No sé qué me ha pasado hoy; me he despertado a las ocho y diez de la mañana y ya no he podido volver a dormir. De todas formas, todo tiene siempre su lado bueno: ahora tengo más tiempo por la mañana. El problema es que a Internet a veces le da por ir muy, pero que muy lento desde hace unos días. A menudo ocurre algo con la tecnología; si no es el ordenador, es la línea de teléfono. El caso es que algo no funcione bien.

Cuando íbamos a sentarnos en el autobús, le pregunté a una persona a la que llamaré B, ¿con quién vas?, a lo que me respondió, creo que con A. Cuando A llegó, B le preguntó, ¿vas con alguien? La respuesta fue negativa. Vente, le dijo B. Si no me enfadé fue porque ya no es la primera ni la segunda vez que me ocurre, y porque tampoco es que esa persona sea muy, muy amiga mía. De hecho, un poco antes le conté lo del chico que quería venir, y me contestó, es que X es tonto. ¿Por qué?, pregunté. Según ella, porque siempre necesita que las cosas salgan como él quiera, y si no se cabrea. Yo estaba pensando, seguramente si estuviera en su situación me habría enfadado también. Y después, las dos personas estaban en el autobús poniendo verdes a sus supuestos amigos. Comentaban de uno, ¿para qué se pasa la plancha? Ya ves, si al menos le quedara bien... Mientras, yo seguía preguntándome, ¿y qué más les dará? Además, a mí sí me gusta cómo le queda el pelo. Que algo no te guste no significa que esté mal. Eso sí, después hablaban del tema de los cien euros (ya lo he comprobado, y es totalmente cierto), porque no lo entendían; como en eso no han tenido suerte...

Al volver, me senté justo detrás de los profesores, porque pensaba que en la parte trasera ya no quedaba sitio y que no me molestarían tanto los gritos del fondo. No podía estar más equivocada. Para un rato en el que quería escuchar mi musiquita, cuando terminó la película, y casi no pude.

Eché de menos a un par de personas que deberían haber venido con nosotros; en varios momentos me sentí algo sola aun estando rodeada de gente. No sé por qué, pero en esta sociedad lo que prima es hablar, en vez de escuchar, así que si llamas a alguien normalmente no te va a contestar hasta que repitas su nombre por cuarta vez. Y es algo que no me gusta absolutamente nada.

Para terminar, os dejo con la canción, si se le puede llamar así, que más repitieron (la X y la Y son nombres cualesquiera):
En la puerta del colegio, egio
hay un charco y no ha llovido, ido;
son las lágrimas de X, X,
¡porque Y no ha venido!
Como decían por ahí: ¡por favor, cambiad el repertorio!

¿Sabías que...?
El típico dicho "La curiosidad mató al gato" proviene de una expresión inglesa del siglo XVI, "La preocupación mató al gato" (ya que los gatos son muy cautelosos), y advertía de que preocuparse en exceso es malo para la salud. Transcurrido el tiempo, la palabra "preocupación" se convirtió en "curiosidad".


La pregunta de hoy es:
¿En qué animal, real o imaginario, te gustaría montar?

I'm falling into the deep, I'm falling.