domingo, 4 de julio de 2010

315. Ricitus

Hoy no tengo ganas de seguir la estructura de las entradas. Os dejo un cuento clásico que tuve que interpretar, por llamar de alguna forma a lo que hicimos, con unos compañeros de clase hace bastantes años. Me he acordado porque lo he oído en la televisión de casualidad. Tenéis que imaginaros a Papá oso con la voz grave (¡caramba!) y al osito con voz de niña pequeña, así se vive más. Por si a alguien le interesa, yo era la narradora. Me trae muchos recuerdos esta historieta.

En un fresco claro de un bosque vivían tres osos...
Papá oso, mamá osa y el osito. Cierto día se prepararon una rica sopa y salieron mientras se enfriaba. Pasó por allí una niña llamada Ricitos de Oro. Era una niña muy curiosa e inteligente y estaba en el bosque porque quería recoger un ramo de flores para su mamá. De repente se encontró frente a la casa de los tres osos.
- ¿Quién vivirá en esta bonita casa? Creo que entraré a ver.
La puerta estaba entreabierta; tras llamar un par de veces, asomó la cabeza, entró y cerró la puerta. En la habitación había una mesa preparada y tres sillas. Una grande, una mediana y una pequeña. Delante de cada silla había un plato grande, uno mediano y uno pequeño. También había una servilleta grande y una cuchara grande, una servilleta y una cuchara medianas y una servilleta pequeña y una cucharilla. Ricitos de Oro se sentó delante del plato grande, pero la silla le pareció demasiado grande y alta. Entonces, se sentó en la mediana, pero tampoco se encontraba cómoda. Por último probó la silla pequeña.
- Ésta es la silla más cómoda de la casa.
Desde los platos le llegaba un exquisito aroma; la niña cogió el plato grande, metió la cuchara grande en la sopa y la probó.
- Esta sopa está demasiado caliente, probaré la mediana.
También estaba un poco caliente. Probó la pequeña, estaba riquísima y se la tomó toda. Se apoyó contra el respaldo de la silla, con tanta fuerza que se rompió.
Se puso a pasear por la casa y llegó al dormitorio. Allí había una cama muy grande y se recostó.
- ¡Demasiado dura!
Se acostó sobre la mediana.
- Tampoco me gusta. Probaré la pequeña. Ésta es muy cómoda.
Se durmió inmediatamente.
Mientras tanto, los tres osos regresaron del paseo y se sorprendieron al encontrar la puerta cerrada.
- ¡Caramba, alguien ha probado mi sopa!
- ¡Creo que alguien ha probado mi sopa!
- ¡Alguien ha probado mi sopa y se la ha comido toda!
- ¡Caramba, alguien se ha sentado en mi silla!
- ¡Creo que alguien se ha sentado en mi silla!
- ¡Alguien se ha sentado en mi silla y me la ha roto!
Los osos comenzaron a revisar toda la casa. Y al llegar al dormitorio:
- ¡Caramba, alguien se ha acostado en mi cama!
- ¡Me parece que alguien se ha acostado en mi cama!
- ¡Alguien se ha acostado en mi cama! ¡Mirad, todavía duerme!
Ricitos de Oro se despertó y se asustó al ver a los tres osos.
- ¡Así que eres tú quien se ha comido mi sopa y ha roto mi silla!
Ricitos de Oro, avergonzada, respondió:
- Tenéis razón al enojaros conmigo; soy muy curiosa y no supe resistir la tentación de entrar en vuestra casa, probar vuestra sopa y acostarme en vuestras camas. Os pido perdón, prometo que no lo haré más.
Los osos vieron que la niña era sincera y la perdonaron.

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